El 30 de diciembre de 1976, el edificio del Museo Nacional de Bellas Artes fue declarado Monumento Nacional. Su emplazamiento junto a pistas de tránsito principales de la ciudad y el alto grado de contaminación y suciedad incrustada, además de reparaciones poco respetuosas con el diseño original y otros factores de envejecimiento, condicionaban en gran parte la conservación de las fachadas del monumento. El conjunto de operaciones necesarias para devolverle el esplendor perdido, sin esconder la huella del paso del tiempo, incluyen la desalación y reposición de morteros del zócalo, sellado de grietas y vías de filtración de agua y humedad, fijación y reposición de elementos ornamentales, limpieza superficial y eliminación de costras negras, renovación de bajantes y armonización cromática de fachadas históricas.